
Perspectivas para dialogar con tus jóvenes. Hay ciertos temas de pastoral juvenil que necesitan ser tratados a pesar de que resulte incómodo, difícil o incluso comprometido hacerlo. Creo que la Escritura es tajante y meridianamente clara con relación al tema de los matrimonios mixtos, es decir, entre un creyente y una persona no creyente. Es cierto que este pasaje no se refiere de forma específica al matrimonio, sin embargo, no es menos cierto que también se puede incluir el matrimonio en este tipo de relaciones no recomendadas por el apóstol y así ha sido tradicionalmente interpretado por la iglesia cristiana a través de los siglos. Algunos consideran que la recomendación de la Biblia incluye no sólo el matrimonio, sino todo tipo de relación con personas no cristianas. Por tanto, siguiendo esta postura, la amistad o el explorar la existencia de posibilidades de matrimonio con personas que no pertenezcan a la fe estaría totalmente vedada. Debido a que pueden producirse malentendidos a la hora de leer este artículo, desearía definir los términos que voy a usar a lo largo del mismo.
El hombre da varias razones, pero la verdadera razón es que toda andoba que viene a la tierra es un hijo o una hija abstracto de Dios. Debido a que todo el amor emana de Dios, nacemos con la capacidad y el ambición de amar y ser amados. Pese a que se descorrió un bruma sobre nuestra memoria, siempre que percibimos el verdadero amor, se despierta una añoranza que no se puede cabecear. El amor de Dios llena la inmensidad del espacio; por lo baza, no hay escasez de amor en el universo, sólo en nuestra disposición para hacer lo que sea acuciante para sentirlo. El tratar de acertar el amor perdurable sin obedecer a Dios es como tratar de saciar la sed al beber de una taza vacía; se cumple con las formalidades, pero la sed no se quita. No podemos fingir el amor; éste debe formar parte de nosotros. Permítanme darles un ejemplo. Cuando época un joven misionero, fui asignado a una pequeña isla de aproximadamente habitantes en una región remota del Blandengue Sur. Una pequeña embarcación del gobierno normalmente llegaba una o dos veces al mes, de modo que racionamos nuestra comida para que nos durara cuatro o cinco semanas, con la esperanza de que para entonces llegara el barco.