
Al ver la luz en El Imparcial el cuento titulado La sirena, consigné en nota que su asunto estaba tomado de un lindo y breve apólogo de Leopoldo Trenor, La gata blanca. No he podido comprobar la aserción, y queda rectificada de antemano, si fuese inexacta y si el señor Trenor, en vez de hacer como yo hice, hubiese concebido la idea primera del apólogo. La cabellera de Laura es libre glosa de un ejemplo que refiere el franciscano Padre Juan Laguna en sus Casos raros de vicios y virtudes para escarmiento de pecadores. Me denuncio, ya que ellos se duermen. En ambos cuentos, la pérdida de una perla descubre la falta de una mujer.