
Me preguntaron quién era y de dónde venía. Mi relato les asombró maravillosamente, y me felicitaron por haber podido escapar de los devoradores de carne humana; me ofrecieron de comer y de beber, me dejaron reposar una hora, y después me llevaron a su barca para presentarme a su rey, cuya residencia se hallaba en otra isla vecina. La isla en que reinaba este rey tenía por capital una ciudad muy poblada, abundante en todas las cosas de la vida, rica en zocos y en mercaderes cuyas tiendas aparecían provistas de objetos preciosos, cruzadas por calles en que circulaban numerosos jinetes en caballos espléndidos, aunque sin sillas ni estribos. Así es que cuando me presentaron al rey, tras de las zalemas hube de participarle mi asombro por ver cómo los hombres montaban a pelo en los caballos. Y permanecí junto a él hasta que la terminó. Entonces yo mismo forré la madera de la silla con lana y cuero y acabé guarneciéndola con bordados de oro y borlas de diversos colores. Hice que viniese a mi presencia luego un herrero, al cual le enseñé el arte de confeccionar un bocado y estribos; y ejecutó perfectamente estas cosas, porque no le perdí de vista un instante. Cuando el gran visir vio aquella silla y comprobó su superioridad, me rogó que le hiciera una parecida.
La pérdida de su gran amor la convierte en una mujer fría y calculadora; la nueva orden a la que se une la vuelve mortífero y sin miedo a matar. La Orden del Silencio —como se hacen llamar— la adentra en un globo desconocido, aunque de herencia familiar, que le enseña a operar de faceta sigilosa y certera. Un asunto de vida la mantiene fuera de su país, una cuestión de honor la hace volver y enfrentarse a su mayor temor: la ausencia de su demonio. Él regresa siendo un macho frío con todos, pero vulnerable alce ella; intentando protegerla a pesar de que sus órdenes son lastimarla.
La importancia de los complementos: Todas las mujeres sabemos de la importancia de los accesorios para definir, modificar y actualizar nuestro aspecto, nuestro look anales o de fiesta. Cuando las revistas de moda, la televisión o nuestras amigas nos hablan de ello, procuramos prestar la mayor atención. O, por el contrario, puede estropear un conjunto muy cuidado. Todo ello nos ayuda a ir escogiendo nuestro propio elocución, nuestra forma de vestir y de complementar el atuendo. Su disfraz, de dama antigua, era bonito, realzaba su silueta y se complementaba con un antifaz muy original. Pero no obstante, ante los expertos ojos de sus compañeras de cena era improbable que la falta de calidad en la tela y los acabados pasaran inadvertidos y al final se darían cuenta de que el disfraz era un disfraz comprado en una tienda al por mayor. Por ello, Elena cuidó especialmente sus complementos: escogió una lámina de terciopelo antigua que había sido de su madre y que lucía majestuosamente sobre sus hombros, una collarín de perlas y un abanico bodoque.